lunes, 17 de mayo de 2010

Objetivo: reducir la criminalidad en España

¿Cómo podríamos reducir el 'personal' que habita (en situación forzada) en las cárceles? Es la pregunta que nos hacemos. Desde un punto de vista utópico, sería casi sencilllo: un trabajo y una casa digna, como se recoge en la Constitución española. De este modo nadie necesitaría, o desearía, tener nada del otro. Pero ¿qué pasaría con los delitos más graves o los de sangre? No sería compatible aún teniendo las necesidades básicas cubiertas. Así que mejor pongamos los pies en la tierra y busquemos algunas de las posibles alternativas.


Sin duda, hay que acatar el problema de la delincuencia desde la raíz. ¿Y cuál es esa raíz? La educación, pero no sólo en el círculo familiar. La escuela juega un papel muy importante. Unas recientes jornadas celebradas en la Universidad de Alicante sobre violencia en las aulas concluyeron que la clave para disminuir la agresividad está en fomentar las relaciones positivas y en propiciar un entorno de apoyo al alumnado. Evitar los casos de 'desafección escolar' que generan inercia y abulia por parte del alumnado, así como la desmotivación del docente. Para superar todas estas variables es necesario adoptar disciplinas preventivas basadas en el trabajo colaborativo e implementación de las 'comunidades de aprendizaje'.


No hay que echar mucho la vista atrás para observar grandes diferencias de cómo era antes y cómo es ahora. Una viñeta, publicada hace unos meses en un periódico, lo escenificaba realmente como es en la actualidad. Mientras que hace apenas una década, cuando el alumno llevaba malas notas a casa, la reacción de los progenitores era de castigo hacia su hijo. Ahora, la represalia es para los profesores. Los hijos están 'sobre-protegidos'. Hace unos meses, unas imágenes de una agresión a un profesor de un instituto alicantino dieron la vuelta al mundo. El joven agredió al docente, mientras que el resto de compañeros grababan en sus teléfonos móviles la 'paliza'. Los padres del agresor, declararon ante la juez de la Fiscalía de Menores de Alicante que su hijo era una persona “buena”.


El actual sistema familiar lleva a que los niños de hoy en día tengan, además de todo (nos referimos a la parte material), la razón. Hablamos de familias de clase media-alta, donde el núcleo familiar (el padre y la madre) trabajan una media de 8 horas diarias cada uno. Los menores están en las aulas 7 horas, algunos tienen otras 2 horas de clases extraescolares. Sus padres están todo el día sin sus hijos y para 'recompensar' ese vacío les 'dan' todo lo que piden los pequeños. No vale un NO. Y no vale un 'no', porque los padres llegan cansados a sus casas, no quieren más problemas, no quieren escuchar llantos, riñas... La recompensa está enfocada al ámbito material, no al cariño, a la compañía, a la educación. Se sustituye la parte emocional, por la parte material.


Es cierto que hay que trabajar para pagar la luz, el agua, el coelgio. Vivimos en una sociedad extremadamente consumista. Es más importante tener 4 camisas, que dos; es más valioso que nuestros hijos tengan dos videoconsolas que una y así un largo etcétera.


¿Y qué pasa en las aulas? En el ámbito educativo reina un gran hastío. Desganado, pero por una falta de motivación de los adolescentes. Actualmente estamos pasando por una 'generación NI-NI' (término acuñado por un programa/experimento televisivo). Una generación en la que no existen normas y en la que tampoco se tienen unas aspiraciones por estudiar, ni por trabajar. Una generación en la que el 'pasotismo' invade el círculo juvenil. Ahora está de 'moda' tener malas calificaciones. El que tiene un expediente normal, ni tan siquiera excelente, es apartado del grupo de iguales.


Es necesario un cambio. Más educación moral, más entrega, mayor esfuerzo desde todas las áreas, pero no sólo esfuerzo humano; el esfuerzo económico por parte de las Administraciones es esencial para la prevención. Lo que no es viable es que se pretenda reducir la mortalidad en las carreteras a causa de conductores ebrios pero lo que se hace es recortar el presupuesto a la Guardia Civil para realizar controles de alcoholemia. Señores de 'corbata', es cierto que todos los conductores deberían ser responsables y no subirse a un vehículo tras haber ingerido una gota de alcohol, pero como no vivimos en los mundos de 'yupi' hay que tomar medidas y cuántas más, mejor. Lo que es un error es reducir esas medidas.


En 1990, había 33.035 reclusos en la cárceles españolas. En la actualidad, suman 76.761(1), más del doble que hace dos décadas (el crecimiento demográfico no es tan pronunciado). Los asuntos acumulados (mejor dicho, amontonados) en las mesas (mejor dicho, por los suelos-valga, la redundancia) de los juzgados es alarmante. La excesiva demora que reina en la Justicia española es la causante de que más de un delincuente esté rondando por la calle. Tampoco es cierto que en las Fiscalías de Menores los asuntos disminuyen; es más, a los fiscales de Menores les faltan horas y manos. Los centros de Internamiento de Menores están colapsados y la carencia de estos, nos lleva a lo mismo: más de un menor que debería estar en régimen cerrado, cumple su pena en condiciones semiabiertas.


El panorama es más que desolador y eso sin hablar de los delitos menos graves, los que no conllevan penas de prisión, y que están en pleno auge por diversos factores sociales. Uno, sin duda, es la crisis económica por la que están pasando algunos países. Sólo un ejemplo, la Comisaría Centro de Alicante puede tramitar en un sólo día una veintena de denuncias por hurtos (robo de bolsos, carteras, monederos...). Otro de los delitos que podemos relacionar con el tema de la crisis son las estafas. Aunque no podemos obviar que siempre han existido los hurtos y las estafas.
Pero si la educación de base falla, entonces tendremos que replantear la reinserción de los que se han 'saltado' las normas. Lo que no es viable es que se pretenda reconducir a un delincuente cuando no se le dictan unas normas. Me refiero a la reeducación dentro de prisión, ya que sólo es voluntaria. Cumplir una pena, pero sin una resocialización, es como no cumplir el castigo. Es decir, pongamos el caso en el que un individuo ha estado 5 años en prisión por una tentativa de asesinato de violencia de género. El condenado pasa 1.825 días encerrado. Muchas horas vacías en su mente y nadie que le haya reconducido sus intenciones. Probablemente cuando salga a la calle, termine por acabar lo que un día comenzó, ya que el odio se ha incrementado y él sigue pensando (creyendo) que lo que hizo estaba bien, que era lo correcto y que su 'encierro' es por culpa de la víctima. La reeducación dentro de los centros penitenciarios tendría que ser obligatoria por ley y no que el preso decida o no si realiza los programas reeducativos.


Estamos ante un mundo un tanto (por no decir demasiado) contradictorio y es que dentro (nos referimos a la cárcel, párrafo anterior) no hay obligatoriedad, pero fuera sí. Una de las medidas que se están aplicando en España desde hace unos 3 años y que ayudan a que las cárceles estén menos colapsadas es la reeducación social. Los programas son pioneros de la Audiencia Provincial de Alicante y su creador es Vicente Magro, presidente de dicho órgano judicial. Si la pena no supera los dos años y el condenado no tiene antecedentes judiciales se 'libra' de ir a la cárcel. De ahí que Magro 'creara' la reeducación para condenados. Actualmente se hace para los condenados de violencia de género, para los penados por delitos contra la Seguridad del Tráfico y algunos programas específicos para delitos menores. Si tenemos estos ejemplos con unos resultados tan positivos (la reincidencia tras asistir a los programas no supera el 3%) entonces ¿por qué no se hace lo mismo con los presos?


Otra de las cuestiones que nos preguntamos es si hay que aplicar la misma dureza para cualquier tipo de delito (grave o no grave). Está claro que con el endurecimiento del Código Penal de 1995 existe mayor preocupación a la hora de delinquir, ya que las penas impuestas por los jueces son más severas. Aunque desde una perspectiva social no se puede comparar el padre que roba en una farmacia para obtener medicamentos para su hijo enfermo, que a un miembro de una banda organizada que asalta un chalé con sus moradores en el interior para robar objetos de valor. Pero desde la perspectiva jurídica, el incumplimiento de la ley debe ser castigada para todos por igual. Ya que se crearían antecedentes y la ley no se hace de manera individualizada, sino que es generalista. Es aquí donde los jueces tienen que ser más permisivos con los delitos graves y menos graves.


Hay que escuchar, no oir. Hay que dar un voto de confianza, hay que reconducir, sobre todo a los jóvenes. Ellos son el futuro.


1Datos oficiales a fecha de 14 de mayo de 2010 que aparecen en la página de Instituciones Penitenciarias del Ministerio del Interior.

miércoles, 7 de abril de 2010

La asesina confesa de Seseña

Me preguntaba un amigo que ¿qué puede pasar por la mente de una niña para asesinar a su compañera de aula? Es difícil explicar las causas; es complicado intentar definir los 'por qués'.

Dos conceptos claves (extraídos de la investigación de la Guardia Civil) revelan qué fue lo que pasó (qué era lo que estaba pasando) por la mente de la asesina confesa (ya no presunta) de Cristina. Remordimiento y culpa. Ni remordimiento, ni una pizca de culpa; o lo que es lo mismo ausencia total de sentir pena y menos aún culpabildad. Se tratan de dos de las características claves de los psicópatas, es decir, de las personas con trastorno antisocial de la personal (DSM-IV).

“Le pegué, le corté la muñeca y la empujé al pozo”. Así, tan fríamente, como quien cuenta que se ha tomado unas cañas con unos amigos, declaró la presunta asesina a los guardias civiles. No tener remordimiento por robar una bolsa de gusanitos, se puede comprender, incluso se puede justificar. Pegar una bofeta a un amigo tras quitarte la pelota, se puede comprender, no justificar (esta acción ya conlleva violencia). No desvanecer, no derrumbarse, no pedir perdón, no derramar ni una sola lágrima cuando se está delante de varios policías por ser la presunta asesina de una niña significa, simple y llanamente, estar orgullosa de ser la autora del crimen.
La asesina confesa de Cristina sintió placer; placer por haber conseguido su trofeo. Es su trofeo, lo ha hecho, aunque haya fallado: la policía la ha descubierto.

Y ¿por qué quedaron en un lugar alejado? Dicen, se ha dicho, que la antigua yesería donde se citaron es un lugar de 'encuentro' de jóvenes del pueblo, de Seseña. Pero ¿tenía estudiado el lugar la asesina confesa? Es una zona poco frecuentada, de difícil acceso; lugar fácil para esconder un cuerpo. ¿Y las pruebas del brutal crimen? Tan solo un pañuelo con manchas de sangre, que según las fuerzas de seguridad, pudo usarse para taponarse la víctima su propia herida en la muñeca. Aquí nos encontramos con otros dos rasgos característicos de los psicópatas: planificación y minuciosos a la hora de no dejar huella en su crimen.

El psicopáta ¿nace o se hace? Pues ambas cosas. Varios estudios revelan disfunciones en las regiones anteriores del cerebro, concretamente en la corteza pre-frontal. Pero aunque se tengan unas patologías neurocerebrales previas, el contexto influye (y mucho). Sólo hay que echar un vistazo a las fotografías que la asesina confesa de la joven de Seseña tenía expuestas en su perfil de una red social.

Es complicado explicar crímenes de estas características, cuando víctimas y agresoras aún son menores de edad (recordemos el crimen de San Fernando: dos jóvenes propinan 18 puñaladas a una ex compañera de clase porque querían saber que se sentía al asesinar a una persona). No quiero justificar la acción, ni ésta ni ninguna, pero en una de mis primeras clases de Criminología un profesor nos dijo: “Todos llevamos un asesino dentro; no lo alimentéis para que salga fuera”.

viernes, 2 de abril de 2010

¿Cómo están las cárceles españolas?

Saturado, masificado, 'a tope'. Son sólo algunos de los términos que podríamos utilizar para hablar de las 82 cárceles españolas y de los 23 centros de internamiento que hay en España. Los últimos datos ofrecidos por los sindicatos de prisiones (Acaip y UGT) señalan un hacinamiento global del 180%. Lo que se traduce en que hay cárceles que triplican el número de reclusos que, legalmente, deberían albergar. Uno de los casos más denunciados por los funcionarios es el centro penitenciario de El Palmar, en Murcia. Su hacinamiento supera el 275%: tiene 375 plazas y actualmente conviven 1.033 presos. Pero no es el único caso alarmante y es que más de la mitad de las cárceles españolas duplican su población. Las 7 prisiones que hay en la Comunidad de Madrid tienen 4.684 celdas y en ellas hay 10.647 reos. Es decir, una celda es compartida por dos, incluso, tres internos. El caso más sangrante, el C.P. De Alcalá Meco, con 430 celdas para 970 reos. (*)

Si analizamos las prisiones de la Comunidad Valenciana, en Alicante Cumplimiento no cabe, como diría la expresión, 'ni un alfiler más'. Tiene 475 plazas pero en la actualidad residen 1.079 reclusos. La prisión de Picassent (Valencia) va por 'el mismo camino'. A pesar de que es uno de los centros penitenciarios con mayor número de plazas (1.365) hay 2.434 internos. Dicho centro, no sólo ocupa páginas y páginas de periódicos casi a diario por su masificación, sino que las agresiones y ataques al personal penitencario y las reyertas entre internos es un hecho casi cotidiano.

¿A qué se debe este hacinamiento? No sólo el aumento de la población registrada en los últimos años (tanto nacional como inmigrante), sino que el endurecimiento del Código Penal (reforma de 1995 en la que las condenas son más extensas y los beneficios carcelarios más estrictos), así como la tipificación de nuevos delitos ha provocado que en las últimas dos décadas, el número de reclusos se haya duplicado (1990: 33.035; 2010: 76.570). Una de las medidas que el Ministerio del Interior quiere llevar a cabo para acabar con la masificación es la aplicación del tercer grado (Cataluña se lo aplica al 25% de sus reclusos).

A fecha del 5 de marzo de 2010, las prisiones españolas albergaban a 76.570 reclusos, de los que 10.752 están en las cárceles catalanas (el gobierno catalán tiene transferidas las competencias penitenciarias). Si diferenciamos el sexo de los reclusos, podríamos afirmar que las cárceles están 'llenas' de hombres y es que, el 92% de los reos son varones (70.392); mientras que las mujeres sólo suponen el 8% (6.178). Ocho de cada diez presos está entre rejas en situación de penado (61.135), mientras que 15.495 todavía esperan su juicio, es decir están en condición preventiva.

España ocupa el sexto lugar (por delante sólo nos supera Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y República Checa) en el ránking de presos extranjeros en comparación con el resto de países de la Unión Europa. Los últimos datos ofrecidos por el Ministerio del Interior señalan que la tasa de población reclusa extranjera se sitúa en 162 por cada 100,000 habitantes.

Ni una docena, ni dos, ni tres. Ni más ni menos que hasta 110 nacionalidades conviven en las prisiones españolas. Si echamos la vista atrás sólo una década, el incremento de reos extranjeros es más que preocupante: en el 2000 suponían el 17% del total de reclusos (7.900); en la actualidad superan el 35% del total (más de 27.091). En este periodo, los reos extranjeros han aumentado un 242%, mientras que los nacionales sólo el 37%. Las nacionalidades más comunes son marroquies, argelinos, colombianos y rumanos. Los presos originarios de Países del Este son los más peligrosos ya que se trata de ex-mercenarios y ex -militares.

Y ¿por qué el preso extranjero no cumple su condena en su país de origen? La ley permite que los extranjeros puedan cumplir su pena en el país donde han cometido el hecho delictivo. En 2009, sólo 589 reos de otras nacionalidades pidieron cumplir su condena en su país. A pesar de que es una cifra escasa, tenemos que hablar de un dato positivo ya que en 2003 sólo lo solicitaron 39 reclusos. Pero las buenas condiciones que presentan las cárceles españolas (la de Villena dispone hasta de piscina y aulas de montaje fotográfico y audiovisual: en imagen superior) hace que los delincuentes extranjeros prefieran cumplir su pena en España. Además, los sindicatos aseguran que el excesivo número de reos extranjeros conlleva a que no exista una comunicación verbal entre funcionario e interno. Incluso denuncian que los que saben hablar español no quieren hablarlo.


(*) Datos ofrecidos por UGT, extraídos del último informe de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias.