miércoles, 7 de abril de 2010

La asesina confesa de Seseña

Me preguntaba un amigo que ¿qué puede pasar por la mente de una niña para asesinar a su compañera de aula? Es difícil explicar las causas; es complicado intentar definir los 'por qués'.

Dos conceptos claves (extraídos de la investigación de la Guardia Civil) revelan qué fue lo que pasó (qué era lo que estaba pasando) por la mente de la asesina confesa (ya no presunta) de Cristina. Remordimiento y culpa. Ni remordimiento, ni una pizca de culpa; o lo que es lo mismo ausencia total de sentir pena y menos aún culpabildad. Se tratan de dos de las características claves de los psicópatas, es decir, de las personas con trastorno antisocial de la personal (DSM-IV).

“Le pegué, le corté la muñeca y la empujé al pozo”. Así, tan fríamente, como quien cuenta que se ha tomado unas cañas con unos amigos, declaró la presunta asesina a los guardias civiles. No tener remordimiento por robar una bolsa de gusanitos, se puede comprender, incluso se puede justificar. Pegar una bofeta a un amigo tras quitarte la pelota, se puede comprender, no justificar (esta acción ya conlleva violencia). No desvanecer, no derrumbarse, no pedir perdón, no derramar ni una sola lágrima cuando se está delante de varios policías por ser la presunta asesina de una niña significa, simple y llanamente, estar orgullosa de ser la autora del crimen.
La asesina confesa de Cristina sintió placer; placer por haber conseguido su trofeo. Es su trofeo, lo ha hecho, aunque haya fallado: la policía la ha descubierto.

Y ¿por qué quedaron en un lugar alejado? Dicen, se ha dicho, que la antigua yesería donde se citaron es un lugar de 'encuentro' de jóvenes del pueblo, de Seseña. Pero ¿tenía estudiado el lugar la asesina confesa? Es una zona poco frecuentada, de difícil acceso; lugar fácil para esconder un cuerpo. ¿Y las pruebas del brutal crimen? Tan solo un pañuelo con manchas de sangre, que según las fuerzas de seguridad, pudo usarse para taponarse la víctima su propia herida en la muñeca. Aquí nos encontramos con otros dos rasgos característicos de los psicópatas: planificación y minuciosos a la hora de no dejar huella en su crimen.

El psicopáta ¿nace o se hace? Pues ambas cosas. Varios estudios revelan disfunciones en las regiones anteriores del cerebro, concretamente en la corteza pre-frontal. Pero aunque se tengan unas patologías neurocerebrales previas, el contexto influye (y mucho). Sólo hay que echar un vistazo a las fotografías que la asesina confesa de la joven de Seseña tenía expuestas en su perfil de una red social.

Es complicado explicar crímenes de estas características, cuando víctimas y agresoras aún son menores de edad (recordemos el crimen de San Fernando: dos jóvenes propinan 18 puñaladas a una ex compañera de clase porque querían saber que se sentía al asesinar a una persona). No quiero justificar la acción, ni ésta ni ninguna, pero en una de mis primeras clases de Criminología un profesor nos dijo: “Todos llevamos un asesino dentro; no lo alimentéis para que salga fuera”.

viernes, 2 de abril de 2010

¿Cómo están las cárceles españolas?

Saturado, masificado, 'a tope'. Son sólo algunos de los términos que podríamos utilizar para hablar de las 82 cárceles españolas y de los 23 centros de internamiento que hay en España. Los últimos datos ofrecidos por los sindicatos de prisiones (Acaip y UGT) señalan un hacinamiento global del 180%. Lo que se traduce en que hay cárceles que triplican el número de reclusos que, legalmente, deberían albergar. Uno de los casos más denunciados por los funcionarios es el centro penitenciario de El Palmar, en Murcia. Su hacinamiento supera el 275%: tiene 375 plazas y actualmente conviven 1.033 presos. Pero no es el único caso alarmante y es que más de la mitad de las cárceles españolas duplican su población. Las 7 prisiones que hay en la Comunidad de Madrid tienen 4.684 celdas y en ellas hay 10.647 reos. Es decir, una celda es compartida por dos, incluso, tres internos. El caso más sangrante, el C.P. De Alcalá Meco, con 430 celdas para 970 reos. (*)

Si analizamos las prisiones de la Comunidad Valenciana, en Alicante Cumplimiento no cabe, como diría la expresión, 'ni un alfiler más'. Tiene 475 plazas pero en la actualidad residen 1.079 reclusos. La prisión de Picassent (Valencia) va por 'el mismo camino'. A pesar de que es uno de los centros penitenciarios con mayor número de plazas (1.365) hay 2.434 internos. Dicho centro, no sólo ocupa páginas y páginas de periódicos casi a diario por su masificación, sino que las agresiones y ataques al personal penitencario y las reyertas entre internos es un hecho casi cotidiano.

¿A qué se debe este hacinamiento? No sólo el aumento de la población registrada en los últimos años (tanto nacional como inmigrante), sino que el endurecimiento del Código Penal (reforma de 1995 en la que las condenas son más extensas y los beneficios carcelarios más estrictos), así como la tipificación de nuevos delitos ha provocado que en las últimas dos décadas, el número de reclusos se haya duplicado (1990: 33.035; 2010: 76.570). Una de las medidas que el Ministerio del Interior quiere llevar a cabo para acabar con la masificación es la aplicación del tercer grado (Cataluña se lo aplica al 25% de sus reclusos).

A fecha del 5 de marzo de 2010, las prisiones españolas albergaban a 76.570 reclusos, de los que 10.752 están en las cárceles catalanas (el gobierno catalán tiene transferidas las competencias penitenciarias). Si diferenciamos el sexo de los reclusos, podríamos afirmar que las cárceles están 'llenas' de hombres y es que, el 92% de los reos son varones (70.392); mientras que las mujeres sólo suponen el 8% (6.178). Ocho de cada diez presos está entre rejas en situación de penado (61.135), mientras que 15.495 todavía esperan su juicio, es decir están en condición preventiva.

España ocupa el sexto lugar (por delante sólo nos supera Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y República Checa) en el ránking de presos extranjeros en comparación con el resto de países de la Unión Europa. Los últimos datos ofrecidos por el Ministerio del Interior señalan que la tasa de población reclusa extranjera se sitúa en 162 por cada 100,000 habitantes.

Ni una docena, ni dos, ni tres. Ni más ni menos que hasta 110 nacionalidades conviven en las prisiones españolas. Si echamos la vista atrás sólo una década, el incremento de reos extranjeros es más que preocupante: en el 2000 suponían el 17% del total de reclusos (7.900); en la actualidad superan el 35% del total (más de 27.091). En este periodo, los reos extranjeros han aumentado un 242%, mientras que los nacionales sólo el 37%. Las nacionalidades más comunes son marroquies, argelinos, colombianos y rumanos. Los presos originarios de Países del Este son los más peligrosos ya que se trata de ex-mercenarios y ex -militares.

Y ¿por qué el preso extranjero no cumple su condena en su país de origen? La ley permite que los extranjeros puedan cumplir su pena en el país donde han cometido el hecho delictivo. En 2009, sólo 589 reos de otras nacionalidades pidieron cumplir su condena en su país. A pesar de que es una cifra escasa, tenemos que hablar de un dato positivo ya que en 2003 sólo lo solicitaron 39 reclusos. Pero las buenas condiciones que presentan las cárceles españolas (la de Villena dispone hasta de piscina y aulas de montaje fotográfico y audiovisual: en imagen superior) hace que los delincuentes extranjeros prefieran cumplir su pena en España. Además, los sindicatos aseguran que el excesivo número de reos extranjeros conlleva a que no exista una comunicación verbal entre funcionario e interno. Incluso denuncian que los que saben hablar español no quieren hablarlo.


(*) Datos ofrecidos por UGT, extraídos del último informe de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias.