A veces pienso cómo son las
reuniones a puerta cerrada de los ‘mandamases’ de este país. Me imagino que se
tienen que tronchar (de risa) pensando en los ciudadanos a la hora de aplicar
los recortes, esos que están lapidando todos los derechos sociales que nuestros
abuelos consiguieron para sus generaciones venideras.
Llámenme drástica, exagerada o lo que gusten
pero estoy convencida de que no les tiemblan las manos a la hora de firmar
'decretazos' donde la sanidad deja de ser sanidad; donde la educación deja de ser
educación; donde los derechos laborales se esfuman y un largo etcétera. Dentro
de unos años, me temo que no muy lejano en nuestros días, quien precise de una
prueba médica se la tendrá que pagar de su bolsillo si quiere hacérsela; los
que ahora son niños y quieran estudiar, como sus padres no dispongan de un
‘colchón’ económico su paso por las aulas será más que fugaz; y los que
trabajen (en el caso de que quede algo de trabajo: hoy mismo el FMI ha dicho
que hay que abaratar despidos y bajar sueldos) estarán a las órdenes de los
caciques del S.XXI.
Y sí. Digo que se tronchan
porque saben que sus crueles decisiones tienen enfados de un abrir y cerrar los
ojos; en ocasiones algunas manifestaciones (no masivas) de unas horas, algunas
pegatinas y camisetas en la ciudadanía de protestas… pero lo que mejor se nos
da, los cabreos en la barra del bar. Ellos saben que la idiosincrasia de este
país es otorgar y callar y mientras tengamos un euro para tomarnos la
cervecita, los problemas no importan, y menos si los afectados son los de al
lado.
Son duras estas palabras,
pero estoy enfadada con la sociedad, con mi sociedad. Les explico. El otro día
salí a la calle para que los ciudadanos (de donde soy oriunda) diesen su
opinión sobre el recorte en el horario del servicio de ambulancia (noticiarelacionada). Aún rondan por mi cabeza respuestas tales como “estoy sin peinar.
¿Cómo voy a salir en un vídeo?” o “paso poco tiempo aquí, no me afectará”. ¿A
caso cuando necesite una ambulancia le importará si su bello cabello está o no
sin peinar? ¿se parará a pensar en su peinado o en el tiempo que tardan en
acudir a auxiliarle? y si pasa poco tiempo por aquí (porque tiene una segunda
residencia a pie de playa) recuerde que cuando de desgracias se trata, éstas no
miran donde está usted, si aquí o allí.
Hace unos meses un amigo
(sabio, muy sabio él) me decía: “mientras los problemas afecten a los otros y
no a uno mismo, pasamos de largo. ¿Para qué ayudar y apoyar? ¿Para qué hacer
fuerza y unión?” (el muchacho lo decía con ironía, claro) Y así ocurrió con
Pedro: con sus ahorros atrapados en preferentes estuvo durante más de dos meses a
las puertas de la CAM reclamando su dinero. Día sí y día también iba a verlo
(primero como profesional, luego ya como ciudadana). Pues bien, algún que otro
vecino se paraba y preguntaba, pero les puedo asegurar que eran demasiados los
que pasaban de largo, incluso se reían y cuestionaban su acto pacífico de
protesta (incluso gente afectada por el mismo problema).
Y olé, olé, paellita y
toros. Y los problemas, mientras no me toquen a mi, para que protestar. Demasiados recortes y los que
quedan por venir (porque esto no ha terminado aquí, que les quede claro), por
lo menos ejerzamos nuestra derecho de libertad de expresión; por lo menos que
nos oigan y que sepan que estamos VIVOS y que cuando firmen sus 'decretazos'
inhumanos sepan que ahí fuera hay PERSONAS y no simples números para las
estadísticas del INE. Eso sí, no se lo pongamos tan fácil con nuestros silencios porque se lo estamos poniendo a 'huevo', como dirían los adolescentes.