martes, 30 de abril de 2013

ESTADOS DE ÁNIMO EN TIEMPOS DE CRISIS (II)

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La primera parte del post Estados de Ánimo (I) se basa en cifras, pero cuando se habla de personas humanas los números no deben ser tan fríos y vacíos a la vez. No podemos hablar solo de datos cuando se trata de vidas humanas. El suicidio es una de las muertes más dramáticas ( y no me refiero por los efectos físicos). Cuando un ser humano padece una enfermedad lucha por curarse, pero en estos casos es totalmente al contrario. Recientemente, el premio Pullitzer de fotoperiodismo 2013, Manu Bravo, declaraba en una entrevista que “le aterraba la gente triste, apagada y resignada” y no se refería al contexto de la guerra, sino a la sociedad española. Para Bravo, que estuvo retenido por las fuerzas leales a Muamar el Gadafi en una prisión militar en Trípoli, “nunca me ha dado miedo que venga un pelamangos y me robe. Si pasa, pasa. Pero entre las cosas que me aterran está que mi hermana está en paro y se le va a acabar y a ver dónde se mete; ver a colegas que llevan un año y pico igual, eso me mina la cabeza porque pienso: Voy a caer yo también” (declaraciones extraídas de El País, 21 de abril 2013)

Desde el punto de vista criminológico ¿qué se puede hacer? Considero –y que me corrijan los expertos- que el papel del criminólogo es buscar información válida (a través de documentación existente, entrevistas, estadísticas, comparaciones, entrevistas a familiares y afectados, etc) para conocer el origen y los factores que intervienen en la conducta y ofrecer conclusiones para que: tanto los expertos (psicólogos y psiquiatras) y los que tienen la llave en su poder (banqueros y Gobierno) puedan ofrecer soluciones a un problema tan en auge como son las depresiones agudas. La Criminología se fundamenta en hechos, los estudia y saca conclusiones; no podemos olvidar que su orientación es de carácter preventivo. Y estamos ante un drama social cuya realidad se acerca más al aumento de los casos.

El domingo 27 de abril, Luigi Preiti, 49 años, disparaba a dos policías e hería a una mujer embarazada durante la ceremonia en la que los nuevos ministros del Gobierno de Italia juraban su cargo. "Era un hombre lleno de problemas que ha perdido el trabajo, había perdido todo, tuvo que regresar con su familia. Estaba desesperado", explicó el fiscal de Roma (Italia), Pierfilippo Laviani, tras tomarle declaración. Preiti pretendía suicidarse.

“Existe una abundante contribución investigadora en la actualidad que ha centrado su atención a los problemas de Salud mental asociados al desempleo. En la mayoría de estos trabajos existe un acuerdo más o menos generalizado en cuanto a que el desempleo suele conllevar un déficit en la calidad de vida de las personas y un relativo alto riesgo de patología biopsicosocial. El trastorno depresivo suele ser el más frecuente y el que se expresa como consecuencia más directa del desempleo prolongado en el tiempo”, explica Rosa García. Para esta psicóloga española “el empleo es psicológicamente bueno incluso cuando las condiciones son malas”.


Hilda Marchiori, psicóloga criminal, destaca en su libro ‘El Suicidio’, que es un “ comportamiento intencional autodestructivo que se produce en todo tipo de sociedades y su significado es una permanente interrogante familiar, social y cultural”. Es aquí donde el criminólogo tiene que buscar las respuestas a esos interrogantes para poner freno a un problema social en auge.

Artículo publicado en Criminología y Criminalística

lunes, 29 de abril de 2013

ESTADOS DE ÁNIMO EN TIEMPOS DE CRISIS (I)

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Tener un estado de ánimo deprimido la mayor parte de la jornada (y casi cada día); una disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer; una pérdida o el aumento importante de peso o de apetito; insomnio o hipersomnia; agitación, fatiga, pensamientos recurrentes de muerte, etc. Son solo algunos de los síntomas de los episodios depresivos recogidos en el Manual de Psicología Criminal de Soria y Sáiz Roca. El episodio depresivo se trata de un trastorno del estado de ánimo; debido a la pasividad y apatía permanente, las personas que padecen este trastorno no suelen cometer delitos hacia los demás, más bien se dañan a sí mismos (suicidio) para acabar con el sufrimiento que padecen.

Las cifras son escalofriantes: en 2011 se suicidaron en España 3.180 personas, según los datos oficiales del INE (Instituto Nacional de Estadística). Los medios de comunicación no informan de las muertes por suicidio (a no ser que se trate de un personaje relevante de la sociedad). Los códigos deontológicos desaconsejan su tratamiento por una simple razón: porque su ‘publicidad’ puede llevar a que las cifras se incrementen por episodios de imitación. Pero ya no ocurre así y es que los expertos han dado un toque de atención y relacionan el aumento de suicidios con la crisis económica que azota a España. “La situación socio-económica actual ha contribuido a la pérdida de sensación de seguridad y también a disminuir las expectativas futuras de mejora pues se carece de medios disponibles para lograr las metas que nos han inculcado socialmente. Esta sensación de falta de control e incertidumbre lleva a que muchas personas padezcan ansiedad y trastornos del estado de ánimo aumentando de este modo el riesgo de suicidio”, señala Rosa García, psicóloga clínica. Sin duda, un drama social.

Un estudio, realizado por el Centro de Salud Mental Dreta de l’Eixample (Barcelona), a 89 personas que intentaron acabar con sus vidas concluye que en el 32,5% de los casos se debió a problemas económicos; un 25,8% a problemas de pareja; un 19,1 a trastornos psiquiátricos y un 11,2% por conflictos familiares. El estudio se llevó a cabo en 2011. Otra investigación, más científica, que se está llevando a cabo en la actualidad en Andalucía (en el Sur de España) revela que en más del 20% de los casos existe un detonante económico en las muertes por suicidio. El análisis se está llevando a cabo con más de 450 autopsias de suicidios (desde el año 2006) a través de encuestas a familiares de los fallecidos. Aunque es cierto que aún y de manera oficial no se puede relacionar el aumento con las crisis económica y es que las cifras publicadas no recogen los datos de 2012, un año difícil en la vida de los españoles.

Más de 6 millones de españoles sin trabajo; más de 2 millones de familias con todos sus miembros desempleados; miles de familias que se han quedado en la calle porque no han podido pagar sus hipotecas y les han desahuciado (solo en 2012, la banca se quedó con 30.034 primeras viviendas por impago de los créditos, una cada 15 minutos, según un estudio del Colegio de Registradores de España); más de un millón y medio de ciudadanos que se han quedado sin sus ahorros de toda la vida por una estafa bancaria permitida por los políticos (las conocidas Preferentes), y lo peor de todo: sin perspectivas de mejora en el futuro inmediato. Son motivos suficientes para que una persona, después de incrementar los síntomas -de los que hablábamos al principio- día tras día,  decida quitarse la vida. Esto es lo que llevan meses alertando psicólogos y psiquiatras a la sociedad: La crisis y el paro están haciendo mella en la salud mental de los españoles.

Y es que España está en una situación que está agravada por un contexto de crisis que va más allá de lo meramente económico. Son tan graves las consecuencias de la crisis que hasta el propio Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), es decir el Poder Judicial Español creara una estadística específica para los efectos de la crisis en la justicia (en la que incluyen las cifras de ejecuciones hipotecarias, concursos de acreedores, embargos o lanzamientos).

Artículo publicado en Criminología y Criminalística

martes, 23 de abril de 2013

CRIMINOLOGÍA EN ESPAÑA (II)

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En las aulas de las universidades españolas hay cierto temor a terminar los estudios de Criminología. Los alumnos se preguntan que qué harán cuando terminen la carrera, cuál será su futuro laboral tras cuatro años de estudios específicos. Por ahora, poco se les ofrece más que (esperemos que pronto cambie) opositar para formar parte de algún cuerpo policial o funcionario de prisiones. Para la joven Estela Torres Rico (cursa en la actualidad el tercer grado de Criminología) el futuro es más que incierto y la ilusión de hace tres años cuando empezó a estudiar, desgraciadamente, ha dado un giro. “La mayoría de mis compañeros están pensando en la vía privada; otros en estudiar derecho y así complementar la carrera (porque por sí sola parece de poca utilidad, por lo menos en España) o bien optar por las oposiciones a policía. De manera que es una pena porque somos gente joven y preparada, pero el papel del criminólogo no está nada valorado aquí y me parece que como no nos movamos la ‘fábrica de criminólogos en paro’ no va a disminuir”, señala está joven de 22 años que estudia en la Universidad de Alicante (España).

Una de las soluciones profesionales sería un convenio con las Fuerzas de Seguridad para que policías y criminólogos pudiesen trabajar conjuntamente sin la necesidad de que los segundos fuesen policías. La vocación del criminólogo no pasa por portar un arma y patrullar las calles, sino por la investigación social, de ahí que el rechazo a las armas lleve a muchos licenciados en Criminología a desechar la opción de opositar. Además, el hándicap es que muchos policías también son criminólogos. A modo de ejemplo, cuando finalicé mis estudios nos licenciamos unas 80 personas, ninguno de nosotros (ninguno) ejercemos la Criminología sino que empleamos los conocimientos criminológicos adquiridos durante nuestra etapa de aprendizaje para aplicarlos en nuestra profesión de origen: los abogados, para temas penales; policías locales y guardias civiles, para un mejor funcionamiento de sus unidades; psicólogos, para sus casos clínicos; y los periodistas (pocos, todo hay que decirlo) para comprender mejor la crónica negra de nuestro alrededor, sus ‘por qués’ y sus ‘cómos’.
 
Tampoco es una idea ‘alocada’ la de pertenecer a las Fuerzas de Seguridad sin ser policía. En EEUU ocurre así y en España algún caso aislado existe (aunque es cierto que son colaboraciones esporádicas, muy puntuales para temas muy concretos). Además, las universidades están ofertando algunas de sus prácticas a los alumnos de Criminología en departamentos policiales (como es el caso de la Policía Local de Cartagena, Murcia).

Otra de las opciones es la dedicación universitaria. Un ejemplo lo tenemos en el Centro Crímina de Elche (Alicante), un centro específico para el estudio y la prevención de la delincuencia donde trabajan excelentes y reconocidos profesionales de la Criminología (juristas, criminólogos, psicólogos y policías). Les invito a que lo conozcan (www.crimina.es)

(*) Artículo publicado en Criminologia y Criminalística

lunes, 22 de abril de 2013

CRIMINOLOGÍA EN ESPAÑA (I)

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En España empezó siendo un título propio, pero en poco tiempo se convirtió en una licenciatura de segundo ciclo y desde hace un par de años ya es Grado universitario. Optar por los estudios de Criminología es, por lo menos en la Universidad de Alicante (UA), una de las carreras universitarias más demandadas en los últimos años. Pero la realidad choca con la propia realidad (contradictorio) ya que, hoy por hoy, el futuro profesional del criminólogo en España es una verdadera incógnita. El perfil profesional del criminólogo no existe como tal en España, sin embargo cuando una persona dice que es criminólogo tiene una aceptación social positiva, incluso relevante. Pero cierto es que la mayoría (no todos) de los ya licenciados en Criminología en España optaron por estos estudios como especialización, como un complemento a su profesión inicial. Centenares de policías, abogados penalistas, psicólogos, jueces, fiscales, trabajadores sociales incluso periodistas pasan cada año por las aulas de las diferentes universidades españolas donde se imparte Criminología. Pocos de los docentes que imparten Criminología son criminólogos y teóricos de la Criminología (a excepción de algunas figuras como Vicente Garrido Genovés o Carmelo Hernández, entre otros), sino catedráticos de Derecho o profesores asociados de Psicología y Sociología.

Hay un sector que señala que la elevada demanda por estudiar Criminología se debe a la avalancha de series policíacas televisivas. Sin embargo, la figura del criminólogo es mucho más que un simple policía que investiga un crimen, más bien esa no es su función principal. El criminólogo ve más allá del delito, lo visualiza a priori y crea medidas para prevenirlo, incluso erradicarlo. La Criminología es una ciencia que mezcla varios conocimientos: el derecho, la psicología y, sobre todo, la Sociología; tres materias esenciales en el funcionamiento social y que, desgraciadamente, la Administración Pública no la tiene en cuenta para cuestiones de criminalidad o delincuencia. Solo un dato: en cuatro años solo se ha creado una plaza pública de criminólogo (fue para el Ayuntamiento de Benidorm, un municipio de la provincia de Alicante).

Y ¿para qué sirve un criminólogo (se preguntarán los que lean este post y que no sean criminólogos)? El criminólogo es una persona polifacética y multidisciplinar, que le gusta conocer y saber. Su labor principal es el diseño de Políticas de Seguridad Pública, así como la investigación de las tasas de delincuencia y problemas sociales (entre otras muchas funciones).

En los últimos meses están surgiendo con fuerza diversas asociaciones de criminólogos en lucha del reconocimiento de la profesión. Se han puesto las bases legales para la creación de colegios oficiales, esenciales para que la profesión se regule y tenga un hueco (necesario y esencial) en esta sociedad, como ya ocurre en otros países (sobre todo en EE UU o Inglaterra).

(*) Artículo publicado en Criminología y Criminalística