lunes, 26 de agosto de 2013

INCENDIOS Y PIRÓMANOS (II)



Las características de la personalidad de los pirómanos están relacionados con su motivación delictiva y su objetivo final: el fuego. Para Elena Garrido, son personas vigilantes regulares del fuego de sus vecindarios, pueden provocar falsas alarmas, pueden ser apreciados por las instituciones, el equipo y el personal asociado con la extinción de incendios o pueden pasar tiempo en el departamento de bomberos, convertirse en bomberos voluntarios e incluso provocar incendios para relacionarse con los miembros de dicho cuerpo.

El pasado 2 de agosto se detuvo a un joven agente de la Guardia Civil por provocar 19 incendios forestales en Madrid (capital de España) en apenas dos semanas. Fueron sus propios compañeros de cuartel los que sospecharon de él al ver que actuaba de una forma extraña. Aprovechaba sus días libres para salir al monte, amontonar hojas y prenderles fuego. Cuando fue detenido, confesó su autoría y declaró que tenía  “un impulso irrefrenable de hacer fuego ya desde pequeño”.
 
El pirómano hace exhaustivos preparativos antes del incendio (característica que chocaría con la impulsividad del trastorno). Presentan una total indiferencia ante las consecuencias del fuego sobre la vida humana, propiedad o bien. Obtienen satisfacción ante dicha destrucción y pueden llegar al punto de atentar contra la propiedad y las personas sin valorar dichos actos. Para Garrido, pueden tener una historia de evolución con incidentes pirómanos, con inicio en la infancia, bien sea ascendente o descendente.

 ¿Cuál sería el perfil de un pirómano? Además de todas las características expuestas anteriormente y en el post I, otras de las características serían:
  • Conocen las motivaciones exactas para la comisión del delito: no hay evasión de datos ante la justicia, aunque no los especifiquen o los relaten.
  • Suelen tener un cociente intelectual inferior a la media, sin llegar al retraso mental (en este caso se invalidaría el diagnóstico clínico).
  • Es más frecuente en varones.
  • Suelen tener historias de falsas alarmas, simplemente por ver cómo se pone en marcha el dispositivo.
  • Interés por herramientas y materiales característicos de la extinción de incendios
  • Es más frecuente la conducta incendiaria en otros trastornos psiquiátricos que en la conducta pirómana
  • Puede estar asociado al alcoholismo y a actos delictivos de otro tipo, como la falta de control de impulsos
  • Relación con alteraciones médicas: hipoglucemia, déficit de serotonina (5HT) y disfunciones del lóbulo frontal.

Para T. Toutin existen cuatro tipos de perfiles criminales (I.-Violencia física grave; II.-Violencia sexual; III.-Destrucción de bienes; IV.-Violencia Moral). Los pirómanos estarían englobados en el perfil III. El perfil que hace, según las diferentes variables sería:
  • Edad y sexo: varia entre los 20 y 60 años. Mayor incidencia en varones. Las mujeres serían minoría pero en caso de hacerlo estaría relacionado con el vandalismo.
  • Socialización y familia. Inestable emocionalmente e impulsivo. Sufre problemas económicos, independientemente de la clase social, lo que hace que aumente su motivación delictiva
  • Inteligencia. Media o baja, pero es listo en general
  • Personalidad. Trastorno antisocial. Rasgos generales: egocéntrico, impulsivo, manipulador, oportunista, susceptible, no se siente ansioso, ni culpable de sus actos, aún menos remordimientos. Lo que busca son sensaciones y riegos.
  • Suelen existir antecedentes judiciales o psiquiátricos
  • Presenta aspectos psicopatológicos colaterales, como psicosis paranoide, esquizofrénicas o demencias orgánicas.
Las estadísticas oficiales hechas públicas recientemente son más que preocupantes para que la Administración lleve a cabo una política criminológica adecuada y urgente y es que la mano del hombre está detrás del 96% de los siniestros forestales que se registran en España y del 60% de la superficie quemada. De ellos, un 23% se deben a descuidos y el 55% son provocados. Solo en el mes de julio se produjeron la mitad de los 4.414 fuegos registrados en el primer semestre de 2013, frente a los 7.950 de media del periodo 2002-2012 (datos a fecha del 10 de agosto hechos públicos por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente).


Lo ocurrido en Ourense el pasado fin de semana (24 y 25 de agosto) es una tragedia medioambiental: a partir de 500 hectáreas se considera un incendio de calificación grave; en apenas 24 horas en aquélla zona se quemaron más de 2.100 hectáreas. Una hectárea equivale a un campo de fútbol. Demasiada naturaleza calcinada.

Según los datos que dispone el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) –principal organización para la conservación del medioambiente- solo se identifica un 9% de los causantes. Para la WWF, la única manera de prevenir el fuego es aplicar “castigos ejemplares, mayor investigación y la aplicación de las condenas del Código Penal”, considera Diana Colomina, coordinadora de restauración forestal de WWF (1). Pero desde una perspectiva criminológica, el castigo no es la solución a la piromanía. Es necesario una política de prevención y concienciación, la investigación y las causas del por qué y el cómo. Un endurecimiento en el castigo no va a evitar, nunca, que el 55% de los incendios dejen de ser provocados.


Nota aclaratoria: la fotografía que acompaña este post es real. Se trata del incendio ocurrido el 24 de agosto en Cualedro, concretamente en el término de San Martiño (foto de  M. Feijóo) 

enlace post I: INCENDIOS Y PIRÓMANOS (I) 


(1) Declaraciones realizadas al periódico El País (11 de agosto 2013)

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