lunes, 19 de agosto de 2013

LA VÍCTIMA EN EL SISTEMA DE JUSTICIA PENAL: LOBYS Y PRENSA MEDIÁTICA (II)

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Y ¿qué pasa cuando la víctima no quiere seguir o iniciar con un proceso judicial por temor a la victimización secundaria? Es cierto que en la televisión o en los periódicos vemos con asiduidad casos en los que la Justicia se convierte en  injusticia; de ahí el miedo y la escasa confianza en la legislación vigente. Lo idóneo sería lograr un escenario propicio para facilitar una colaboración activa de la víctima y así asegurar su victimización secundaria. Un ejemplo lo tenemos en la Audiencia Provincial de Alicante. En los casos de violencia de género, el fiscal puede acusar al presunto maltratador aunque la víctima no denuncie, incluso retire la denuncia. En muchos casos de violencia de género y doméstica, la víctima se convierte en ‘multi-víctima’: no sólo retira o no denuncia por el temor a represalias del agresor, también por todos los procesos judiciales a los que se tiene que enfrentar, ya que se crean víctimas indirectas (hijos y familiares directos) o convirtiéndose la propia víctima en 'víctima doble'.

Es cierto que hace sólo unos años era impensable que se reconociese indemnizaciones psicológicas a las víctimas, sólo eran admitidas las físicas. Pero, mientras los procesos de instrucción y durante el juicio oral y hasta que se dicta sentencia, ¿quien trata a la víctima? ¿quien paga la asistencia psicológica? Y con una sentencia a favor de la víctima, ¿quien la rehabilita? Existen las OVAD (Oficinas de Atención a las Víctimas del Delito), que en el caso de Valencia implantadas desde hace un cuarto de siglo pero cuya función esencial de información y orientación se queda 'a medidas' para que la víctima.

Desde algunos estamentos judiciales la víctima tiene más relevancia. La Audiencia Provincial de Alicante tiene un programa específico para víctimas de violencia de género. Maltratadas y familiares (no hay que olvidar que el círculo cercano de una maltratada se convierte en víctima indirecta) asisten a charlas informativas y formativas (impartidas por psicólogos y criminólogos) para luchar y afrontar la lacra de la violencia machista; en definitiva, para no sentirse 'solas', además de víctimas.

En definitiva, las medidas victimológicas deben dejar de concebirse como una mera expresión de solidaridad social y pasar a ser entendidas como verdaderos derechos de las víctimas. Y tampoco podemos olvidar uno de los postulados de la LECrim (Ley de Enjuiciamiento Criminal, España) en el que se señala que “en materia penal hay siempre dos intereses rivales y contrapuestos: el de la sociedad, que tiene el derecho de castigar y el del acusado, que tiene el derecho de defenderse”.

En cuánto a la prensa mediática, no podemos olvidar que los medios de comunicación son el cuarto poder, incluso el primer poder (véase el revuelo mundial que ha creado Wikileaks, aunque ese es otro tema que no nos incumbe aquí). Un ejemplo claro del poder que tiene la prensa (con el término prensa englobamos diarios de papel, medios digitales, radios, televisiones) lo encontramos en uno de los casos que más conmocionaron a toda la opinión pública, ya que en tan solo unos días el acusado pasó de ser verdugo a ser víctima. Tres años después, las consecuencias aún son terribles. Nos referimos al 'caso de Diego Pastrana', (fotografía que acompaña a este post) el joven tinerfeño (entonces, de 25 años) que en noviembre de 2009 fue acusado de unos presuntos malos tratos y abusos sexuales a la hija de su pareja de sólo 3 años y que murió tras ingresar en un hospital. El joven fue acusado y detenido tras certificarlo el médico que atendió a la menor. La opinión pública y algunos medios de comunicación tacharon a Diego de violador y asesino, se cebaron con este joven que desde el primer momento negó los hechos. La historia dio un giro con los resultados de la autopsia: la pequeña murió de un golpe sufrido en un parque infantil días antes. Han pasado más de tres años y este hombre sigue marcado por la sospecha, aunque no tiene nada pendiente ni con la policía ni con la justicia. Desde entonces está en tratamiento psicológico y psiquiátrico y su recuperación es lenta. A las secuelas psicológicas se añadieron las sociales: durante varios meses le resultó casi imposible encontrar trabajo.

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