No solo nuestros gestos
hablan, también nuestra escritura. La lingüística forense es la que la analiza nuestras
palabras. “Cada individuo
codifica y descodifica el lenguaje y se expresa con sus propias marcas
lingüísticas”, declaró James Fitzgerald, investigador del FBI. Para el
lingüista Don Foster, el análisis científico de un texto “puede revelar datos tan
claros como si se tratase de las huellas dactilares o del ADN”.
No se debe
confundir la grafología con la caligrafía/lingüística forense.
Mientras la primera pretende describir la personalidad de un individuo para
determinar sus características generales, incluso para diagnosticar alguna
enfermedad mental, la caligrafía forense es una disciplina técnica y científica
(multifacética) basada en evidencia, usada (principalmente por la Policía
Científica) para determinar la autenticidad de notas de suicidio, crímenes
económicos, escrituras de secuestros, etc.
El estudio de la Lingüística
Forense revela una naturaleza compleja, al incluir toda una serie de áreas
de investigación que están relacionadas con el lenguaje administrativo,
jurídico y judicial, por un lado, y con el uso forense de la prueba pericial
lingüística en distintos ámbitos, por otro. En este sentido, en la actualidad
se considera que las tres grandes áreas de actuación de un lingüista forense
son: el lenguaje jurídico y legal (Language of the Law), el lenguaje del
procedimiento legal (Language of the Legal Process) y el lenguaje
evidencial o probatorio (Language as Evidence).
Gracias
a la lingüística forense se
resolvió el ‘caso Unabomber’ (el del terrorista FC y que la historia se
ha llevado a la gran pantalla)
estuvo protagonizado en la vida real por Theodore
John Kaczynski, un filósofo, matemático y neoludita (1) estadounidense que ha pasado a la historia de la crónica negra por enviar
cartas-bomba, motivado por su análisis de la sociedad moderna tecnológica
plasmado en varios de sus escritos, sobre todo en La sociedad industrial y su futuro (firmado bajo el pseudónimo Freedom
Club). Tras 18 años sembrando el pánico, Unabomber
escribió un manuscrito de más de 100 páginas amenazando con volar un
avión si no se publicaba en la prensa. Las autoridades respondieron a su
petición, con la esperanza de que el texto les llevara hasta algún sospechoso.
En 1996 lo apresaron. Su hermano fue quien contactó con la policía tras leer el
manuscrito. En el registro domiciliario, el FBI se centró en la búsqueda de
todo tipo de textos y cartas para su comparación con el dossier amenazador y,
finalmente, se confirmó: eran obra de la misma persona. Esto fue lo que condenó
a Kaczynski. Lo más curioso,
Foster llegó a sacar conclusiones tan insólitas como que las revistas favoritas
de Kaczynski eran Scientific American
y The Saturday Review, que
estaba influenciado por los escritos del polaco Joseph Conrad o que se
identificaba a sí mismo con un objeto, la madera. (2)
Los
mensajes subliminales (thoughprints) son las huellas del pensamiento
que aparecen continuamente al comunicarnos. La veracidad de un relato es mayor cuanto más completos son
los detalles sensoriales que incorpora y la decepción se traslada al lenguaje
en el uso de preludios más largos de lo habitual. Aunque hoy en día los
expertos tienen que centrarse también en las nuevas formas de comunicación,
como son el correo electrónico
o la telefonía móvil (mensajería instantánea). Hace unos
meses, la Universidad de Leicester puso en marcha el primer estudio forense
centrado en los mensajes SMS para identificar las
diferencias en el estilo que pueden emplearse para identificar al autor del
texto. También se estudia cómo influye en el estilo de un sujeto los SMS que recibe
de su círculo amistoso.
Los especialistas lingüísticos también analizan el entramado del lenguaje usado en interrogatorios y confesiones y cuentan con sofisticadas técnicas para el análisis de la imitación en la firma y la detección de textos redactados con fines criminales, como falsas cartas de suicidio. Incluso son capaces de crear perfiles lingüísticos e identificar a los interlocutores de una conversación a partir de una grabación de voz. ¿Cómo? Con la comparación de los escritos con las bases de datos de textos disponibles en busca de hábitos lingüísticos similares, la identificación del vocabulario, argot, jergas profesionales, regionalismos e incluso la puntuación. La lingüística forense no menosprecia ningún detalle del formato del documento y el soporte físico en el que se encuentra. Si la comunicación es oral, por ejemplo en una grabación, hay que tener en cuenta además el ritmo, la fonética, las pausas, la entonación o la separación entre palabras y letras. (3)
(1) Neoludismo
es una ideología de carácter radical opuesta al desarrollo de la revolución
digital, a la inteligencia artificial y a todo avance científico que se apoye
en la informática. Apareció en la última década del siglo XX y tiene sus raíces
en el Ludismo (movimiento obrero que adquirió auge en Inglaterra a partir del odio hacia las máquina)
(2) Información extraída del artículo ‘Lingüística forense: la forma de hablar y escribir nos delata’ (www.muyinteresante.com)
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